domingo, 15 de febrero de 2009

RECREOS Y APRENDIZAJES, LA COMBINACIÓN PERFECTA

“La Tercera” de hoy publica un artículo sobre el impacto que tienen los recreos o espacios libres sobre los aprendizajes que se pueden desarrollar en niños y adolescentes.

Una de las fuentes de dicho artículo es el estudio realizado por la Doctora Romina Mariel Barros, del Albert Einstein College of Medicine de la Yeshiva University, “School recess and group classroom behavior”. El estudio se realizó con una población de más de once mil niños y niñas entre 8 y 9 años de edad, pertenecientes al tercer grado de educación primaria, estableciendo dos grupos de trabajo: aquellos niños que tenían detenciones de quince minutos cada tres cuarto de hora y aquellos niños que tenían menos de quince minutos en el mismo lapsus de tiempo.

Los resultados de dicho estudio se midieron a través de pruebas estandarizadas. Resultados: los niños que contaron con intervalos de quince minutos cada cuarenta y cinco obtuvieron mejores resultados.

En el mismo artículo se señala algo que sabemos con claridad, los tiempos de atención y retención por parte de nuestros estudiantes están dados por ciclos que van entre treinta y cuarenta y cinco minutos. No más. Es decir, en nuestro sistema educacional donde las clases tienen una duración de dos horas pedagógicas, es decir noventa minutos cronológicos, producto de los procesos que realiza el cerebro y el cuerpo de cada estudiante sólo es posible aprovechar al máximo los primeros instantes de dicho tiempo, por una simple cuestión de naturaleza humana. Después de esos primeros cuarenta y cinco minutos la concentración baja como también la capacidad de retención. Piense en usted mismo, en cuantas charlas o ponencias que ha asistido después de tres cuartos de hora su capacidad de retener y procesar la información que está recibiendo comienza a disminuir.

Los países que tiene mejores resultados en pruebas estandarizadas a nivel mundial, PISA por ejemplo, cuentan con estos espacios libres de quince minutos cada una hora pedagógica, lo que trae aparejado además una serie de beneficios adicionales asociados a los niveles de socialización, de mejoramiento emocional y de mejora de la disposición anímica frente al aprendizaje.

¿Se da cuenta lo sencillo que es comenzar a mejorar nuestra educación? No se requieren grandes inversiones en infraestructuras en este caso, sino que asumir con naturalidad la propia dinámica del ser humano y su naturaleza, es decir colocar la educación al servicio de las personas que la reciben y no al contrario.

Quizás sería este un primer y gran desafío para un nuevo gobierno de la Concertación como esencia del diseño de una política progresista y que busque mejorar la calidad de la educación, el establecer una forma de distribución de las horas de clases donde cada tres cuarto de hora existan quince minutos de esparcimiento y de recreo. Está claro, y así lo dicen los estudios internaciones y los resultados de países que nos llevan camino en estas materias cuales serían los resultados.

sábado, 14 de febrero de 2009

EDUCACIÓN EMOCIONAL...UNA REFLEXIÓN

Hoy día sabemos mucho más de nosotros como especie que hace veinte, cincuenta o cien años atrás.

Hemos aumentado nuestro conocimiento sobre como funcionamos o de qué manera nos constituimos como especie, pero pareciese que estos avances y nuevas informaciones no están siendo puestas a disposición de nuestro propio beneficio y calidad de vida.
Pensemos por ejemplo sobre lo que sabemos acerca de las emociones en la actualidad. Tenemos claro, aunque no estamos todavía en condiciones de definir con mayor precisión, que contamos con dos mentes que interactúan entre sí de forma permanente: una asociada a un campo que hemos denominado “racional” y otra mente asociada a lo “emocional”.

Tenemos claro que las emociones tiene un soporte biológico y fisiológico en nuestra estructura corporal, los estudios sobre la amígdala o el hipotálamo, nos dan mayores luces de cómo nos ocurren y nos suceden, llegando incluso a establecer que al ser afectados por una acción que provoque una reacción, los canales asociados a las emociones actúan con mayor rapidez que los canales que se vinculan con aspectos de la razón en nuestra corporalidad. Es decir el sentimiento es anterior al pensamiento, micromilésimas de segundo anterior, pero sucede antes. ¿Ha pensado en esto, en cuantas situaciones ocurridas en su vida esto ha sucedido sin mayor conciencia y preocupación?

Lo extraño es que aún sabiendo esto y mucho más nuestros sistemas educacionales siguen teniendo un fuerte componente racional, de control y de transmisión del conocimiento. No educamos para que los niños y jóvenes aprendan a vivir, sino que educamos para que ellos tengan un conocimiento que muchas veces no tiene mayor utilidad en sus vidas. ¿Qué pasaría si la escuela fuese un espacio de educación emocional junto con ser un espacio de educación racional, donde se “enseñara” a las nuevas generaciones a moldear y trabajar sobre sus propias emociones y de aquellos que los rodean?

Si uno mismo hubiese tenido una adecuada educación emocional, aquella que el colegio ni los propios padres pudieron entregar, seguramente seriamos un poco más felices, más sanos y con mayores cuotas de equilibrio en nuestro accionar. Pero hoy día levantamos la voz para señalar que nuestra sociedad se vuelve más violenta, más egoísta y más inhumana olvidándonos que somos los adultos y los sistemas que como adultos hemos creado lo que provocan esta insana forma de vivir para los niños y jóvenes que vendrán.

La diferencia está marcada en que hoy sabemos todo esto y mucho más, que hoy contamos con recursos y conocimiento que nos podría llevar a tener una mayor esperanza con lo que podamos construir en un futuro venidero. Quizás las interrogantes están planteadas en si tendremos la valentía de romper con las viejas amarras para dar paso a los nuevos vientos.