El COMO TU llegó a nuestras vidas hace ya casi doce años. Fue el último de la camada, el más pequeño, el más defectuoso, nuestro cocker spaniel.
El primer tema fue la elección de su nombre, mi hijo y yo nos inclinamos por INCENDIO, pero fue rápidamente desechado por los riesgos y problemas que dicha denominación podría traer. Fue entonces que vino a mi recuerdo el nombre de un perro que conocí años atrás en un colegio: COMO TU. A todos les pareció simpático y casi gracioso, lo aceptamos y se hizo parte de nosotros.
El COMO TU se quedó con mis padres y con ellos los siguió en tres cambios de casa, aprendió con ellos a comer desde la sandía hasta la miga del pan, y aunque muchas veces se conversó con ellos y se intentó cambiar su dieta alimenticia jamás lo pudimos lograr.
Nunca se le cortó la cola, suponíamos que no correspondía, que esa parte de su estructura para algo servía. No salía casi nunca a la calle y las veces que lo hizo la ansiedad y la excitación hacían presa de nuestro COMO TU. Mis manos, las de mi hijo y las de mi padre supieron de la fuerza del perro intentando echarse a correr por las calles, recorriendo cada árbol que enfrentaba, desafiando a cuanto can de raza y quiltro perruno podía encontrar, buscando afanosamente su libertad, aquella que consiguió el día de hoy.
Ahora su casa está vacía, sus ladridos ya no nos acompañan, su lengua afuera no se puede encontrar, sus juegos son parte del silencio que nos rodea.
Ojala que como dijo mi padre en la mañana, él COMO TU este corriendo por las nubes, al lado de otros cientos de perros, confiado en que la luz que ve es la que guiará ahora por la eternidad su caminar.
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