Lo de mirar a decenas de niños ha sido parte de un trabajo que realizo por estos días.
Hablo de niños menores de cinco años. Y resulta llamativo comenzar a preguntarse de verdad como establecemos estrategias certeras y potentes que permitan un adecuado desarrollo neuronal de estos pequeños que comienzan a integrarse a este mundo incierto y cambiante.
Lo complejo del tema es que somos los adultos los que debemos educar sobre estos nuevos parámetros, pero la verdad, la evidencia concreta me lleva a pensar que hasta ahora poco sabemos sobre el hacer en una educación que potencia y fomenta las redes neuronales de esos diminutos pero potentes cerebros, más aún cuando seguimos desarrollando estrategias que se plantean y establecen sobre la perspectiva en que nosotros fuimos criados y educados.
¿Se han imaginado que sucede en el cerebro de un niño de uno o dos años con sus cien mil millones de neuronas? El pensar sobre la forma en que podemos potenciar sus redes neuronales y generar mejores y mayores redes parece ser el verdadero desafío produciendo miles, millones, billones de engranajes que le permita al niño contar con mejores y más amplios mapas sobre la realidad que le rodea.
Decir esto suena quizás medio fácil, pero ponerlo en juego en la educación cotidiana que se realiza desde la familia, desde el jardín infantil (malamente llamado así) o desde la escuela o la universidad es algo que requiere más que intuición, requiere verdadero fundamento y amplitud en el dominio de estrategias que potencien estas relaciones al interior de la cabeza de nuestros chicos. He ahí el nuevo desafió de la educación y de la crianza, el educar neuronalmente a estos niños y niñas.
Pero también se hace necesario educar en las emociones, las nuestras, educar en la ira y el deseo, en el amor y en el conflicto, en la tristeza y el miedo, en la fe y la esperanza. Y para esto cabe nuevamente decir que no bastan las buenas intenciones, pues de ellas hemos vivido durante mucho tiempo, falta mayor profundidad y amplitud en la educación chilena y en nuestras familias sobre esta temática…la verdad no estamos preparados por que nosotros claramente no fuimos educados en nuestras propias emociones, al contrario aprendimos de ellas en el vivir diario, a punta de caídas y de levantamientos pero sin ningún soporte teórico que nos diera luces sobre el como avanzar.
El tema es que ahora ya comenzamos a contar con las herramientas mínimas que nos puede permitir educar tanto en el cerebro como en las emociones a las nuevas generaciones, tenemos en nuestras manos una oportunidad de hacer más felices de verdad a los nuevos adultos que vendrán y esperar que estos repliquen modelos de crianza y aprendizaje que se perfeccionen y ayuden a obtener mejores niveles de vida basados en la tranquilidad y la aceptación y no en el mero consumo de bienes o la ganancia de dinero. Ese debería ser el verdadero desafió de un país que quiere algún día llamarse desarrollado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario