Afuera diluvia. La lluvia cae a torrentes sobre el techo vidriado del café del Malba, en Palermo. La sensación es sobrecogedora. Catherine A. MacKinnon disfruta el momento, té de por medio, mientras conversa con Página/12. Esta abogada norteamericana, de cabellos lacios largos y grises con mechones castaños, con peinado recogido, es, tal vez, la jurista feminista más reconocida internacionalmente. Desde hace un año y medio asesora en cuestiones de género al fiscal Luis Moreno Ocampo en la Corte Penal Internacional (CPI). Pionera en litigio estratégico en casos de violencia contra las mujeres, es una de las ideólogas del modelo que se empezó a aplicar en Suecia para combatir la trata de mujeres y la prostitución y que consiste en la penalización de los clientes además de los proxenetas. “Los hombres que las compran para usarlas sexualmente deben ser encarcelados”, no duda en afirmar MacKinnon. En los diez años que lleva esa política, en el país nórdico “la trata de niños y mujeres casi ha desaparecido” y “la prostitución bajó casi en un 80 por ciento en algunas ciudades”, reveló en la entrevista con este diario. Además, destacó, la estigmatización empezó a cambiar y va dejando de recaer sobre ellas y ahora quienes son mal vistos son los varones prostituyentes.
Profesora en la Universidad de Michigan y en la Facultad de Derecho de Harvard, activista por la igualdad entre varones y mujeres, MacKinnon fue pionera en litigio estratégico en casos de violencia de género. En la década del ’70 abrió nuevos caminos en la Justicia en los Estados Unidos al argumentar que el acoso sexual en el lugar de trabajo contra la mujer constituye una forma de discriminación por razón de sexo y una violación a la igualdad de derechos. Junto con otra activista por los derechos de las mujeres, la ya fallecida feminista radical Andrea Dworkin, escribió extensamente sobre la pornografía como una forma de violación de los derechos civiles. MacKinnon representó a mujeres bosnias sobrevivientes de las atrocidades sexuales serbias. En ese caso conceptualizó la violación como un acto de genocidio y consiguió un fallo que les otorgó a las víctimas una indemnización de 745 millones de dólares. También fue la primera en concebir la violación como una forma de tortura. “El cuerpo de las mujeres se utiliza para enviar mensajes, como en la pornografía”, afirma sobre el objetivo de las violaciones en conflictos armados. El Estatuto de Roma, el instrumento constitutivo de la CPI, aceptó su teoría de que la violencia contra las mujeres es un crimen por razón de género.
MacKinnon estuvo en Buenos Aires, donde dio una conferencia magistral en la jornada inaugural del Encuentro Internacional sobre Violencia de Género, organizado por el Ministerio Público de la Defensa. También fue recibida en la Corte Suprema y mantuvo una reunión con las ministras Carmen Argibay, Elena Highton y con Raúl Zaffaroni.
–Algunas académicas sostienen que el debate en torno de la trata de mujeres para explotación sexual deja oculto el problema de la prostitución. ¿Usted qué opina?
–Exacto. El problema de la trata es la prostitución. Si no hay prostitución, no hay trata. Muchas personas hablan del problema de la trata como si fuera un problema independiente, como si no fuera la prostitución la primera razón por la cual se trafican mujeres y se controlan sus mentes y se las somete a violencia extrema. Separan la trata de la prostitución y sostienen que la prostitución puede ser voluntaria y libre. Este es un mito. La trata es una vía para reclutar mujeres, a veces hombres, muchas veces transexuales, niñas y niños, para su violación sistemática, para rédito de los traficantes y de los proxenetas.
–Usted sostiene que la prostitución es siempre una forma de violencia sexual. ¿Qué les dice a quienes la consideran un trabajo y pelean por mejoras laborales para las mujeres en situación de prostitución?
–Las mujeres en situación de prostitución son el grupo de mujeres que sufre las mayores violaciones y los niveles más altos de violencia en todo el mundo. La relación entre los proxenetas y las mujeres en prostitución es muy similar a la que tienen las mujeres víctimas de violencia en el ámbito familiar y sus victimarios. A veces están encerradas por la fuerza en los burdeles, encarceladas, con los proxenetas. Claro que es un problema de violencia contra las mujeres. Se puede pensar en que es un trabajo si se olvida que hay una relación desigual entre esos hombres y las mujeres; hay fuerza física de por medio, con golpes y con armas, y también hay otras formas de violencia asociadas, la pobreza, el racismo, la edad.
–¿La edad? ¿A qué se refiere?
–Generalmente son prostituidas siendo niñas: no es un momento de la vida en que se puedan resistir, o elegir libremente porque se desconoce la realidad de lo que le va a pasar. No se puede pensar que se puede dar un consentimiento para ingresar a la prostitución a esa edad o en situaciones de desesperación económica. Es una irrealidad, una fantasía de las leyes y no sólo cuando es una niña, también hay sistemas de fuerza sociales cuando es una mujer adulta. Cuando la persona empezó como niña, todas las posibilidades, la escuela, las oportunidades de otros proyectos están cerradas. La pobreza es universal entre estas personas. Algunos pueden pensar que es una forma de sobrevivir, pero tampoco es cierto: las mujeres que están en prostitución son asesinadas, desaparecidas, en todo el mundo, aquí y en otras partes también. No sobreviven. Mueren a una edad muy joven, mucho más que entre otros grupos de mujeres, tienen problemas de salud como la infección de VIH, y con drogas. La adicción es una forma de sobrevivir en esa situación, porque no es posible sobrellevarlo y tener la cabeza clara. Además, los proxenetas y los tratantes utilizan las drogas con ellas como una forma de reforzar la dependencia. Esa, en la calle o en las casas, no es una vida. La mayor parte de las mujeres que están en una situación de prostitución en todo el mundo cuando se les pregunta qué quieren, el 89 por ciento responde: “Yo quiero salir, pero no sé cómo, ayúdame”. Es una situación de esclavitud. En un contexto en que hay leyes que penalizan la prostitución de varios tipos, ellas son victimizadas por la policía, que debe protegerlas. Y además, les quedan antecedentes penales: en su legajo dice “delincuente”. Y eso les genera más dependencia hacia los proxenetas y entonces, en menor medida escogen una salida a la prostitución porque otros empleadores no las tomarían por tener antecedentes penales. Los hombres que las compran para usar sexualmente deben ser encarcelados.
–¿Nunca puede haber libre elección? La jurista española Maqueda Abreu planteó que hay mujeres que optan por esa actividad como proyecto migratorio en algún momento de sus vidas.
–A veces los traficantes usan esa idea para cooptarlas. Les dicen una cosa y en realidad sucede otra. Es una explotación de la esperanza, especialmente cuando hay gran pobreza y las posibilidades laborales son bajas.
–A partir de su propuesta, Suecia ha empezado a perseguir a los clientes. ¿Qué resultado está dando esa política?
–Ya lleva diez años. Tenemos varios estudios sobre el tema. Lo que aparece es que la trata de niños y mujeres casi ha desaparecido. Como los clientes en Suecia son delincuentes, los tratantes eligen otras partes donde pueden vender las mujeres, donde la prostitución es completamente legal. La prostitución bajó en un 80 por ciento en algunas ciudades. Y la estigmatización empieza a cambiar un poquito: de ellas a ellos, los clientes. Eso es algo muy importante porque siempre la estigmatización afecta a la mujer. Un argumento para defender la legalidad es que es más fácil de controlar y se puede minimizar la trata y cuidar la salud de las mujeres en prostitución. En Alemania, donde es legal, el gobierno ha concluido que no eso no es verdad: en ese país, las mujeres deben registrarse con su nombre para obtener un carnet sanitario y ellas no quieren que se sepa oficialmente que la prostitución es parte de los registros oficiales de su vida. Entonces prefieren estar ilegales y no reciben los beneficios en salud y en otros aspectos. En los países donde es legal, hay regulaciones que establecen qué es lo que pueden hacer ahí los hombres: las corbatas, los cinturones, encendedores, deben quedar en la puerta para que no sean utilizados contra las mujeres. A los clientes no les gusta esta limitación. Entonces ellos compran a las mujeres ilegales y la demanda por ellas crece. La legalización no es efectiva. En Alemania lo entienden así y están viendo qué pueden hacer.
–¿En qué países está legalizada y regulada la prostitución además de Alemania y Holanda?
–Nueva Zelanda, en dos provincias en Australia, en diez condados en el estado de Nevada.
–¿Qué países han seguido el mismo camino que Suecia?
–Noruega, Islandia. El año pasado Inglaterra aprobó una ley que es un paso en esta dirección para perseguir a los clientes, pero todavía mantienen una ley que penaliza a las personas en situación de prostitución. Lo mismo ocurre en Sudáfrica desde el 2007: pero enjuiciaron a más de tres mil mujeres y sólo a diez clientes. Ese no es el modelo sueco.
–¿Cuál es la sanción en Suecia?
–Una pena de cárcel y una multa. Yo creo que las mujeres en prostitución deberían además recibir una indemnización, una reparación civil, de parte del Estado por haber sido víctimas de un crimen. La ley sueca de todas formas tiene algunos problemas porque cuando se redactó se estableció: “Es un crimen comprar servicios sexuales”. Yo propuse que dijera: “Es un crimen comprar una persona por sexo”. Por cómo está redactada la ley, la víctima resulta inexistente. Otro problema es que muchas veces son violadas por los proxenetas, pero no se investigan esos delitos. Como si las mujeres en prostitución tuvieran menos derechos.
–¿Qué se compra y qué se vende en prostitución?
–Ellos compran el poder de hacer lo que quieran con ellas. Ellas pretenden gozar. Es una simulación. Ellas no están ahí como personas. Es el modelo puro de abuso sexual de una niña violada, es la sexualidad de la de-sigualdad.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-148805-2010-07-04.html
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