Las declaraciones en defensa de la dictadura del general Augusto Pinochet que le costaron el cargo al hasta ahora embajador de Chile en Argentina, Miguel Otero, por decisión del presidente, Sebastián Piñera, han puesto de manifiesto la existencia de dos visiones discrepantes en la coalición de derecha del nuevo Gobierno chileno. La coexistencia entre sectores que reivindican el pinochetismo y liberales que desean dejar atrás este pasado ha vivido así un nuevo asalto, el primero desde que la derecha llegó a La Moneda en marzo, poniendo fin a dos décadas de Gobiernos de la Concertación.Con una cuota de sinceridad escasa en la diplomacia y que refleja desconocimiento de esta profesión, Otero declaró al diario argentino Clarín que "la mayor parte de Chile no sintió la dictadura. Al contrario, se sintió aliviada" tras el golpe militar que derrocó en septiembre de 1973 al presidente socialista Salvador Allende.
De no haber existido el "pronunciamiento militar", como llamó eufemísticamente al cruento golpe que incluyó un bombardeo de La Moneda y dio inicio a una dictadura que dejó miles de víctimas entre muertos, desaparecidos y torturados, "Chile hoy sería Cuba", sostuvo Otero. Afirmó desconocer la intervención estadounidense para derrocar a Allende, ampliamente documentada en el Congreso de Estados Unidos, y que con los militares en el poder "ganó el pueblo", porque reaparecieron las mercancías en los comercios y las calles se limpiaron.
El estreno de Otero en la prensa, a un mes de asumir su puesto en la Embajada en Buenos Aires, molestó a ambos lados de los Andes. En Santiago, la oposición y la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos exigieron su dimisión y advirtieron de que su pinochetismo se podía confundir con la política exterior chilena. En Buenos Aires lo criticaron por olvidar que Argentina vivió una dictadura con 30.000 muertos que llevó al país a una guerra por las Malvinas, en la que Pinochet apoyó al Reino Unido.
Tras las polémicas opiniones de su embajador, Piñera mantuvo un silencio inicial, mientras el canciller, Alfredo Moreno, explicaba que fueron declaraciones personales de Otero y no como embajador. La derecha salió en bloque en defensa del embajador. Y el propio Otero afirmó haber sido citado fuera de contexto por Clarín, pidió disculpas y dijo que condenaba las violaciones de los derechos humanos en todas partes.
La transcripción de la entrevista y la difusión de la grabación despejó las dudas. Otero, que al inicio de la dictadura, como dirigente de la principal universidad del país, expulsó a estudiantes y docentes izquierdistas, durante una hora de conversación defendió y justificó el Gobierno militar, del que Piñera fue opositor y del que trató de alejarse durante la campaña.
Pero, antes de que creciera la presión opositora y pese a ser amigo de Otero —durante décadas fueron compañeros de partido en Renovación Nacional (RN)—, Piñera lo destituyó. Y al día siguiente reafirmó su compromiso y el de su Administración con los derechos humanos.
Tras la decisión presidencial surgieron voces críticas a Otero en los partidos de Gobierno. Un senador de la derecha recordó que los embajadores ejercen su cargo durante 24 horas al día y por eso deben ser siempre cuidadosos con lo que dicen.
La polémica por unas declaraciones que muchos en la derecha comparten pero callan, a diferencia del ex embajador, refleja la difícil coexistencia de los dos sectores, conservadores y liberales, en que históricamente ha estado dividida esta formación política. En el pasado discrepaban en su visión económica, pero hoy las diferencias son más generacionales y se expresan en la valoración de la dictadura.
Con un presidente que en los años ochenta fue opositor a Pinochet y coqueteó con la Democracia Cristiana, los ases podrían estar en manos de quienes aspiran a modernizar la derecha y llevarla hacia el centro. Pero este fin de semana, el presidente de RN, Carlos Larraín, de los sectores conservadores, derrotó con amplitud al candidato Cristián Monckeberg, de los liberales y de la generación joven en la disputa por encabezar este partido, a pesar de que La Moneda prefería a este último sector.
Al zanjar el episodio, Piñera salió airoso, si bien recibió críticas por haber elegido a Otero para la principal Embajada chilena, pero también quedó de manifiesto que es un personaje atípico para una derecha a la que todavía le produce urticaria el término "dictadura".
Otros dos casos de nombramientos de autoridades en el Gobierno de Piñera que fueron cuestionados por las víctimas de la represión, un intendente y el jefe de gendarmería, terminaron rápidamente con ambos funcionarios fuera de sus cargos.
Pero estos gestos contrastan con una derecha que, salvo contadas excepciones, no ha pedido perdón por su participación en la dictadura, si bien muchos se alejaron del general Augusto Pinochet después de las denuncias de corrupción en su contra.
Fuente: http://www.elpais.com/articulo/internacional/almas/derecha/chilena/elpepuintlat/20100614elpepuint_2/Tes
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