lunes, 21 de abril de 2008

LIBRO DE CLASES

Hoy día producto de la tontera o de la idiotez o de la necesidad de ir definiendo un área de investigación para alguna vez si Dios quiere y las lucas también, poder terminar un Magíster que he iniciado sólo con las patas y el buche; me dedique a revisar el libro de clases de “el peor” curso de básica. El séptimo año D.

A la fecha llevan más de cien anotaciones negativas. Así tal cual, cien hechos que han acontecido y que según nuestro sano y pedagógico juicio son dignos de ser registrados producto de su alto impacto en los profundos y convincentes procesos pedagógicos (por favor no lean este párrafo de forma literal…sería un engaño)

El tema es que de las cien anotaciones, es decir tres promedio por día; treinta corresponden a que el niño no entrego el trabajo a tiempo (¿desde cuando los chicos y chicas que van al colegio van a trabajar?); no trajo el libro de tal asignatura (perdón ahora se dice subsector) o que sencillamente como no entendía la enseñanza del profesor no prestó atención y se dedico a mirar por las ventanas de la sala o sencillamente a “pajaronear”.

Cuarenta de estos registro dan cuenta de conductas como: come chicle, se para, arroja un papel a tal alumno o alumna, se dedica a conversar; en fin. Anotaciones que registran pequeñas conductas insubordinadas y que dan cuenta de un claro espacio de quiebre del poder dentro del aula (ya me puse medio Foucault para mis cosas).

Las últimas treinta son las que preocupan, ellas se sitúan en el ámbito de la violencia verbal o física. Desde la grosería o la falta de respeto hasta el golpe o la conducta mal intencionada que busca hacer daño. Cuando uno conversa con ellos y ellas te lo dicen claramente: “sabe profe en la casa me lo dicen clarito, si alguien te pega tu también debes pegar” o “no dejes que nadie te pase a llevar” o la guinda de la torta: “si en la casa me pegan es que lo tengo bien ganado”.

Luego viene el entorno, La Pincoya es un sector que cada día se ha ido entregando más y más a la dominación de bandas de narco y microtraficantes (¿deberemos comenzar a pensar en Pymes de la droga?) que se arman y hacen ocupamiento del territorio. Los chicos te lo dicen claramente, los fines de semana muchas armas en las calles, tiros y enfrentamientos, alguno que otro “soldado” muerto y la sed de venganza que camina por pasajes y veredas.

Ese treinta por ciento de violencia es la que preocupa, ese treinta por ciento que se multiplica en casas y familias, que llena la cabeza y las conductas diarias, que no deja salir de la pobreza y que cada día nos hace más pobres.

Ese treinta por ciento que nos habla de niños como Carlitos quien hoy llego con su polerón todo húmedo pues no se había alcanzado a secar, que quería entrar al colegio para olvidar a una madre que no está y los golpes que de cuando en cuando su padre aplica, ese Carlitos que tiene su hoja ya llena de anotaciones por “mala conducta” y que a sus cortos doce años ya no piensa en esperanzas ni en futuros pues para el, esas ya son historias de un pasado que nunca existió.

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