jueves, 3 de mayo de 2007

ORACION I

La noche va cayendo y el silencio se cuela por puertas y ventanas, por sabanas y entrepiernas.

Atrás quedan los rostros de hombres y mujeres, de niños y ancianos que caminan en silencio colgados a sus sombras y con rostros que poco expresan.

El cansancio acumulado va carcomiendo los huesos y los ojos ya irritados piden un descanso que no llega.

Los pasos van marcando la arena que queda entre calles y aceras, y aunque nos detengamos y miremos hacia atrás, sólo vemos la lejanía del horizonte que rebota en nuestra terráquea existencia.

Hay veces, mi Dios, que el silencio es tan fuerte que no deja escuchar tus murmullos, que las oraciones se vuelven hilos de pequeñas sílabas que no alcanzan a volar de la garganta a nuestro corazón y entonces nos miramos las manos y las vemos vacías, sin tu aliento, sin tu presencia; carcomidas por el devaneo diario de nuestras pobres existencias.

Buscamos en los recuerdos Tu presencia, pero no siempre tu foto alcanza a ser parte del flash y aunque corramos hacia la infancia de los días que ya fueron, en muchas ocasiones no Te encontramos.

Hace frío, Dios mío, frío en la calle, frío en este comedor, frío en el alma que me cuelga lastimosamente buscando aferrarse a una última esperanza.

El cuerpo se cansa, mi Dios, y se cansan los parpados, los pies, el sexo, la espalda, el alma, la conciencia, la risa y el perdón.

No se si estarás cuando deje caer mi fe, ni cuando suelte la vida por estos años que me quedan.

Ojala uno de estos días te acuerdes de mi.

Amen.

1 comentario:

Ana Zamora dijo...

sentí el frío , la soledad, el dolor,sentí en el tuétano de mis huesos y de mis esperanzas, sintí esa soledad inmensa que tengo en el cuerpo y en el alma...solo puedo decir que sentí.